Hoy la negatividad desaparece por todas partes. Todo es aplanado para convertirse en objeto de consumo.

Byung-Chul Han (La agonía del eros).

El lenguaje museográfico —como el lenguaje cinematográfico o como cualquier otro lenguaje— puede utilizarse para muy diversos fines. Así, es posible filmar una película taquillera con intenciones lucrativas para conseguir sobre todo rendimientos económicos, o bien filmar una película comprometida con una causa social concreta a fin de contribuir al cambio de ciertos comportamientos sociales. También incluso es posible usar ese lenguaje para intentar ambas cosas. En cualquier caso será fundamental explicitar bien todas las pretensiones, puesto que sólo describiendo objetivos previa y claramente —sean los que sean— y asociándolos a una planificación estratégica adecuada, podrá aspirarse a realizar un trabajo comunicacional mínimamente eficiente en el sentido que sea.

La función de los museos de ciencia contemporáneos ha suscitado cierta polémica en los últimos años, controversia que se ha saldado incluso con una cierta confusión en el sector. Este debate en realidad tiene la misma base que plantearse para qué sirve el lenguaje fotográfico, el musical, el escénico o cualquier otro lenguaje; o bien para qué sirve una foto, una canción, un libro o una película: naturalmente se trata de medios —o productos— de comunicación que servirán a todo aquel objetivo comunicacional que quienes los generan determinen o pretendan. En este enfoque, el museo de ciencia transformador se podría describir, por lo tanto, como un establecimiento capaz de emplear los recursos propios del lenguaje museográfico para —entre los muy diversos objetivos a los que se podría aspirar trabajando con este lenguaje— dedicarse a conseguir una serie de transformaciones relevantes y constatables en la cultura científica de los ciudadanos. Esta vocación indiscutiblemente social hace del museo transformador mucho más un servicio que un producto; un fenómeno ético mucho antes que un fenómeno estético.

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